miércoles, 18 de diciembre de 2013

Adaptación del cuento "Toda clase de pieles".

TODA CLASE DE HOJAS
Había una vez, en un lejano país, en una lejana ciudad, de un lejano mundo, un rey y una reina rana, que eran muy felices, pues tenían todo lo que podían desear: lujosas charcas privadas, banquetes de moscas inagotables, sus súbditos les adoraban, y tenían lo más valioso de este mundo, se tenían el uno al otro. Era infinito su amor, pues ya eran algo mayores y habían tenido muchísimo tiempo para conocerse y disfrutar mucho de su vida en el nenúfar-palacio. Pero la vida del rey y la reina, estaba un poco incompleta, necesitaban crear algo con todo ese amor que compartían, por lo que decidieron tener un hijo o una hija, con quien poder compartir y disfrutar su reino.
Después de tiempo intentándolo, la reina rana se quedó embarazada y, por fin, puso un pequeño huevo. Éste era enano, pero muy hermoso, era transparente pero brillante, de él salía unos destellos blancos comparables a cualquier rayo de sol. Este huevo fue cuidado al máximo detalle, pues era lo más valioso que podía existir en aquel reino.
Después de un tiempo, sonó la voz de alarma, todo el mundo comentaba por la calle:
-         -¡Ha nacido!, ¡ha nacido!
Así fue, esa mañana había salido de aquel huevo tan hermoso, un precioso renacuajo, pequeño pero muy bello, en vez de ser de ese color negro como todos los demás, se trataba de un renacuajo blanco como el marfil, reluciente e indescriptible. Pero, lamentablemente, no todo eran alegrías, pues la reina desde la puesta del huevo, estaba muy enferma y para curarla vinieron desde muy lejos los mejores curanderos sapos que había en el mundo, pero nada se podía hacer por ella. Después de un mes de todo esto, la reina seguía en el mismo estado, por lo que, los curanderos sapos, sugirieron al rey que se despidiese de su esposa, seguramente de esa noche no pasaría.
El rey llegó a la habitación, cabizbajo, debía despedirse del amor de su vida, pero se serenó y se acercó a la cama y agarró la mano de la reina rana de la forma más cariñosa posible. Su esposa le miró, y le explicó que, como le quedaba muy poco tiempo, debía hablar con él para pedirle dos favores como última voluntad. El primero de ellos, consistía en que hablase con su hija para explicarle cómo era su madre, quería que la princesa supiese lo máximo de ella y que la recordase siempre como una madre que la quería muchísimo. Además de esto, alargó el brazo y le dio al rey una pequeña cajita que, al abrirla, podías encontrar un trébol de la suerte, un brillante diamante del color del nenúfar y su anillo de bodas, pues ella ya no iba a llevarlo. Después de observar detenidamente el contenido, el rey rana levantó la cabeza, miró a la reina y ella le dijo que debía entregarle esa cajita a su hija cuando llegase a una edad en la que pudiese llegar a valorar todo aquello, como símbolo de que una parte de su madre siempre estará con ella.
Por otro lado, la reina rana le pidió al rey que, como todavía no era muy mayor y no habían tenido un príncipe rana como descendiente, se casase con otra mujer y así fuese feliz el resto de su vida. Pero la reina, a todo esto le puso una condición, el rey debía casase con una rana que fuese igual de guapa que ella, cosa que, pensó el rey, era muy difícil, ya que la reina era la rana más hermosa de todo el reino, incluso del mundo. El rey, sin pensárselo, aceptó y prometió cumplir todo lo hablado y en ese mismo instante la reina dejó de apretar con fuerza la mano del rey.
Después de aquella noche, aquel feliz reino de la charca perdió su brillo: la gente ya no salía a la calle, no se oía más que el ulular de los búhos, fueron tiempos en los que ni el sol asomaba entre las nubes, todo el mundo estaba muy triste.
Pasaron unos meses y el reino empezó a volver a ser el que era, poco a poco salía el sol, poco a poco la gente salía a la calle y el ulular de los búhos se apagó dando paso a las sonoras carcajadas de los renacuajos nadando por la charca. El rey empezó a salir de su lúgubre habitación, ya hablaba con los habitantes de la charca e incluso retomó las fiestas que toda la vida habían estado celebrando.
Los consejeros del reino estaban felices, viendo como el rey volvía a lucir su sonrisa, pero sabían perfectamente que había asuntos importantes que tratar, por lo que se reunieron con el monarca. Una vez reunidos le recordaron al rey que había hecho una promesa a su difunta esposa y que debía ponerse en marcha con el tema de buscar esposa, por lo que el rey, al recordar aquello, accedió. Ahí empezó la búsqueda de la nueva reina, celebrando así una fiesta a la que acudiesen las mujeres más bellas del reino.
Llegó el día y pronto llegaron a la conclusión de que ninguna de aquellas ranas era más guapa que la difunta reina. Al día siguiente buscaron por las clases medias y bajas en busca de alguna rana que fuese más bella que la reina, pero no encontraron a nadie. El rey envió a todos los consejeros que tenía, a cada rincón del mundo en busca de una candidata, pero ninguna era más bella que la reina.
Una mañana, el rey se encontraba paseando por los jardines del palacio, pensando en su esposa, no quería asimilar todo aquello, había prometido algo que no iba a poder cumplir jamás. En ese preciso instante, el rey apartó la vista del suelo, girándose hacia la derecha, donde encontró a una hermosa rana verde brillante. Ésta se encontraba de espaldas y el rey la llamó para ponerle rostro a aquella rana. Su sorpresa fue que, al darse la vuelta, encontró la cara de su querida hija, que ya había crecido y era idéntica a su madre. Por fin todos sus problemas se habían resuelto, el rey se casaría con ella y cumpliría su palabra.
Durante la hora de la comida, el rey habló con su hija y le explicó sus planes de futuro. La ranita se quedó estupefacta, no podía entender cómo su padre quería casarse con ella. Pero era una rana muy buena y le dijo que necesitaba un día para pensárselo. Después de aquello el rey le entregó a su hija la cajita con el trébol, el diamante y el anillo de bodas, explicándole detalladamente cada palabra que su madre le dijo aquel día. La ranita subió a su habitación dando enormes saltos, cerró la puerta y se tiró en su cama de suave nenúfar. Todo aquello la atormentaba, estaba asustadísima y no dejaba de pensarlo.
A la mañana siguiente, fue a hablar con su padre, pensando en una solución a todo aquel embrollo. Esto no iba a hacer que su padre cambiase de opinión, ya que se lo había prometido a la reina, en cambio, esta solución le daría tiempo para seguir pensando en algo. Se acercó a su padre y le explicó que era una chica joven y que, como cualquier otra, ella necesitaba regalos de pedida, por lo que le pidió que sus tejedoras reales le confeccionasen una capa del nenúfar más  brillante que existía, que se encontraba a 400 patas de rana de ahí, una capa echa con alas de libélula, las más transparentes y finas del mundo y por último, una capa de un material muy preciado para el mundo de las ranas, las plumas de águila dorada, sus mayores enemigos. El padre aceptó, ya que quería casarse con ella e hizo que saliesen en busca de aquellos materiales todos los guerrero-ranas del reino.
Fueron cuatro duros meses de búsqueda, cuatro largos meses en los que la princesa se encontraba feliz, pensando que aquellos materiales nunca llegarían al reino, pero llegaron, y en dos meses más las tres maravillosas capas estaban listas.
La princesa, aterrorizada, miró aquellas maravillosas capas, cada cual mejor que la anterior, brillantes, sedosas y únicas. Necesitaba otro plan, otro plan que atrasase todo aquello, por lo que, amablemente, le pidió un último favor, necesitaba un regalo de bodas. La princesa explicó al monarca, que quería un abrigo confeccionado con una hoja de cada tipo que existiesen en el mundo. Esto espantó al rey, pero necesitaba casarse con ella, por lo que aceptó a regañadientes.
Después de un año y unos meses, el abrigo estaba terminado, colgado en el armario de la habitación de la princesa. Esta ya no sabía qué hacer, se le habían agotado las ideas, por lo que esa misma noche se puso el abrigo de toda clase de hojas, se echó a la espalda una bolsa con los tres vestidos que le regaló su padre y con la cajita con los presentes de su difunta madre, y se adentró en el bosque encantado con el propósito de no volver.
A la mañana siguiente todo el reino fue en busca de la princesa, ya que se corrió la voz de que la princesa había desaparecido y la afortunada rana que la encontrase sería obsequiada con un banquete inmenso de deliciosos mosquitos de la charca.
La princesa escuchaba pasos, oía las trompetas reales, pero no quería salir de su escondrijo, no quería volver a aquel lugar. Pasó tres días sola en el bosque, llena de barro y heridas, bajo aquel peculiar abrigo de toda clase de hojas. La princesa se quedó dormida en el hueco de un árbol, sin fuerzas, pensando en que tarde o temprano la encontrarían.
Cuando abrió los ojos, se encontró en una cabaña, rodeada de unas ranas bastante peculiares: eran de color turquesa. Había escuchado leyendas sobre aquel pequeño pueblo que vivía en aquel bosque, bosque al que no se le estaba permitido adentrarse por motivos de seguridad. Aquellas ranas se mostraron muy amables con ella, la lavaron, curaron sus heridas, le dieron de comer e incluso pudieron conocer su mejor sonrisa contando unos chistes de sapos.
Pasó el tiempo y la ranita se quedó ahí a vivir, pero no todo era lujo para ella como antaño, vivía en una pequeña charca y trabajaba de sirvienta del rey rana turquesa, un joven muy apuesto y con mucho sentido del humor. Poco a poco la ranita se dio cuenta de que se estaba enamorando de él, pero aquello era imposible ya que era una vulgar sirvienta.
Durante esa semana, la reina rana turquesa, anunció que se iban a celebrar tres noches de fiesta con el fin de que el príncipe conociese y eligiese a su futura esposa. La princesa estaba horrorizada, le gustaba mucho aquel príncipe y tenía que hacer algo, pero desde que llegó no se había quitado aquel abrigo de toda clase de hojas, y el príncipe no había conseguido verla como realmente era. Estuvo aquella noche dando vueltas, pensando en una solución y al final, decidió acudir a la primera noche de fiesta en palacio. Para aquella ocasión, se pintó completamente de un turquesa brillante y se puso uno de los abrigos que le había regalado su padre, el que estaba confeccionado con alas de libélula. El único problema que se le presentaba, era que después de la fiesta, la ranita debía llevar a los aposentos del príncipe su tazón de leche libélula que tanto le gustaba tomar antes de dormir.
Acudió a la fiesta, con su color de piel turquesa y su capa de alas de libélula, haciendo que toda la fiesta se fijase en su belleza. El príncipe vio a aquella ranita y pensó estar enamorándose, se dispuso a bailar con ella pero entre ellos aparecieron montones de ranitas dispuestas a bailar con el príncipe. Aquella primera noche de fiesta fue un espectáculo ya que todas las pretendientes querían bailar con el príncipe y no le dejaban ni respirar. Él estuvo toda la noche observando a nuestra ranita, pero en ningún momento pudo acercarse y hablar con ella.
Ya se hacía tarde y la fiesta iba a finalizar, por lo que la ranita salió dando saltos hacia su charca, para quitarse aquel vestido, limpiar toda aquella pintura turquesa de su piel y ponerse encima su famoso abrigo de toda clase de hojas, con el que iba a todas partes. Rápidamente preparó el tazón de leche de libélula calentita para el príncipe y antes de llevárselo a su habitación, dejó caer en él el diamante del color del nenúfar que le había dado su padre de su difunta madre. La ranita subió a los aposentos del príncipe y como cada noche le dejó encima de su mesa el tazón de leche, el príncipe le dio las gracias y la ranita salió dando saltos bajo su abrigo de toda clase de hojas.
Al remover la leche del tazón, se dio cuenta que algo raspaba el fondo de éste, por lo que hizo malabarismos con la cuchara para sacarlo y saber qué era aquello. De ahí sacó aquel hermoso y brillante diamante del color del nenúfar y se preguntó de quien podía ser, lo limpió, lo secó y lo depositó en su cajón de madera de junco.
Al día siguiente después de cenar, la ranita volvió a teñir su piel de aquel precioso color turquesa y se vistió con la capa del nenúfar más brillante que podía existir. Volvió a entrar en la fiesta y pudo bailar con el príncipe, ya que muchas de las anteriores pretendientes habían sido expulsadas de la fiesta por atosigar al príncipe. Solo pudieron bailar, no se dirigieron la palabra ya que tanto el uno como el otro contenían la respiración pensando y sonriendo. Como la noche anterior, un poco antes de que finalizase la fiesta, la ranita salió dando saltos hacia su casa y repitió la operación del día anterior, con la única diferencia de que esta vez en el tazón de leche de libélula añadió una chocolatina de moscas bajo la cual depositó el trébol de la suerte de su madre. Cuando el príncipe encontró el trébol de la suerte, se quedó sorprendido, por lo que bajó a las cocinas a preguntar a los sirvientes quién había sido la rana que había puesto aquellos objetos en su tazón de leche de libélula, pero nadie sabía nada y la ranita ya estaba en su charca.
La tercera y última noche de fiesta, la ranita vuelve a teñirse la piel de color turquesa y aparece en la fiesta vestida con la capa de plumas de águila dorada, llamando la atención como las noches anteriores. Esa noche estuvo bailando todo el rato con el príncipe ambos sumidos como en un sueño ideal, sintiéndose las personas más afortunadas del mundo, pero la ranita sentía mucha vergüenza por aquella situación. Cuando menos se lo esperan, ya era casi la hora de irse y la ranita salió más rápido que nunca de la fiesta, pero se le había hecho muy tarde, por lo que se puso el abrigo de toda clase de hojas encima de la capa de plumas de águila dorada, hizo la leche de libélula para el príncipe y no tuvo tiempo de quitarse aquel color turquesa que cubría su piel. Antes de llegar a los aposentos del príncipe, metió el último regalo de su madre en el tazón de leche, el anillo de bodas. Al llegar a aquella habitación, como cada noche la ranita llamó a la puerta y le dejó el tazón de leche al lado de la cama, pero esa noche el príncipe le dijo que se había hecho tarde y que quería tomarse el tazón de leche rápidamente para que ella se llevase el tazón vacío a la cocina. Se lo acercó a los labios y se dispuso a beber, pero la ranita preocupada porque el príncipe no se atragantase con el anillo dio un salto y le quitó el tazón de leche, cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos. Bajo sus pies quedó un charco de leche con miles de trozos de la taza y en el medio estaba aquel maravilloso anillo de bodas.
La ranita se quedó boquiabierta, viendo aquel anillo en el suelo y no pudo evitar mirar al príncipe. Éste lucía una amplia sonrisa y de su boca salió una pregunta:
-          - ¿Sabes de quién es ese anillo?
La ranita empezó a sudar y el color turquesa empezó a teñir aquel abrigo de toda clase de hojas. El príncipe la miraba sonriendo, se acercó a ella y le dijo:
-          Sé perfectamente quien eres, sé perfectamente que eres aquella preciosa ranita con la que he estado bailando las dos últimas noches, vi como el tinte turquesa se te quitaba por algunas zonas del brazo, dejando ver un precioso color verde y sé perfectamente que eres tú la persona que ha estado metiéndome estos objetos en el tazón de leche. Además me gustaría que mirases tus manos.
Ella no sabía qué hacer, pero le hizo caso y miró sus manos y en ellas vio relucir un hermoso anillo, donde brillaba su preciado diamante del color del nenúfar. Después de esto alzó la cabeza y escuchó:
-          - ¿Quieres casarte conmigo?
Acto seguido, la ranita aceptó y se fundieron en un mágico beso y fueron felices para el resto de sus días.


martes, 5 de noviembre de 2013

Análisis de "El dragón de Jano"

·Referencia bibliográfica:
-          Título: “El dragón de Jano”.
-          Autor/a e ilustrador/a: Irina Korschunow (autora); Jesús Gabán (ilustrador); Carmen Bas (Traductora del alemán).
-          Editorial: SM, colección “El barco de Vapor”.
-          Fecha de la primera edición: Se trata de la 13ª edición, la fecha de la primera edición fue en 1987 con ediciones SM.
*Hipótesis de la edad a la que irá dirigido: Después de leerlo, yo diría que, bajo mi punto de vista, este libro sería adecuado desde los 7 años hacia arriba, tal y como pone en el libro, pues muestra unos valores que todos, a cualquier edad, debemos considerar.

·Formato:
-          Manejabilidad: En cuanto al tamaño, estamos hablando de un libro de bolsillo, acordes con la edad determinada ya que facilita la lectura al no ser un libro voluminoso. Por otra parte, en cuanto al peso, es un libro ligero, compuesto por tapas blandas, que hacen que no pese, y con sus páginas de un material un poco “frágil” pero que se adapta perfectamente a la horquilla de edad determinada, pues ya son capaces de cuidar el material.
-          Ilustraciones: El libro tiene ilustraciones cada 4 o 5 páginas. Éstas sirven al lector, para apoyarse y contextualizar mejor lo que leen, para ayudar un poco a desarrollar la imaginación sobre la historia. Bajo mi punto de vista están muy bien tratadas pues además de contextualizar el texto, representan muy bien los sentimientos del protagonista en cada momento.
-          Letra: Se trata de una letra, para mi gusto, muy grande según la edad a la que va dirigido. Por otro lado, existen espacios grandes entre palabras, lo que hace mejor para su legibilidad, en comparación con el espacio entre letras.
La forma de las letras o estilo de escritura es totalmente regular y circular, muy fácil de leer. Los títulos de los capítulos están escritos en letra cursiva, con el fin de diferenciarlo del texto. También, en las diversas intervenciones que hay cuando el protagonista le enseña a cantar al dragón, están escritas en letra cursiva y alineadas en el centro.

·Resumen:
Jano es un niño al que no le gusta ir a la escuela, pues los niños de su clase se ríen de él por tener sobrepeso. Pero su vida cambia cuando conoce a un dragón pequeñín que sólo él puede ver, ya que aprende, enseñándole cosas al dragón, que vale tanto como cualquier niño de su clase.

·Tema:
El tema principal de esta libro es las burlas de por parte de sus compañeros de colegio a Jano, un niño con sobrepeso.
Como temas secundarios destaco: El “Bulling” en la escuela, un tema a la orden del día en esta sociedad; La falta de motivación y de autoestima de niños por tener unas capacidades físicas diferentes a las de los demás niños; Los amigos imaginarios que crean algunos niños con problemas, pues se sienten solos; La superación de ciertos aspectos que te atormentan en la infancia.
Todos estos temas me parecen idóneos para tratarlos desde los seis años, aproximadamente, para adelante, pues todos estos son problemas a los que se enfrentan día a día montones de personas, en cualquier ámbito de la vida, ya sea escolar como laboral etc.

·Estructura:
En cuanto a la estructura, la historia comienza con un día normal del protagonista, presentándonos su día a día, los problemas que encuentra  y cómo se enfrenta a ellos. Después de conocer al pequeño dragón, conoce el día a día de éste y se siente identificado, por lo que ya se repite en el cuento numerosas veces, una estructura en la que el dragón ve u oye hablar de un tema y se interesa por aprenderlo, el protagonista al principio se niega porque le han inculcado que lo hace mal, pero después accede y le enseña, con lo que demuestra que sí que vale. Por último el dragón se despide y desaparece, ya que Jano ha aprendido a afrontar sus miedos y se socializa.
En resumen, hay una primera parte de planteamiento, una segunda parte o nudo en la que se repite constantemente la estructura y una tercera parte o desenlace en el que el protagonista ha evolucionado. Esta estructura en un libro es idónea para el primer ciclo de primaria, el mínimo de edad al que va dirigida esta historia.

·Protagonista:
El protagonista de esta historia, Jano, es un niño de más o menos la edad recomendada para la lectura de este libro. Por tanto, los niños que leen esta historia pueden sentirse perfectamente identificados con él, pues es un niño que se siente solo, se siente débil y no le gusta ir a clase, no tiene motivación para ello. Por otro lado, se encuentra el dragón, el cual simboliza una actitud y vida bastante parecida a Jano con la diferencia que éste anima a Jano a hacer cosas.

·Resto de personajes:
Además, como personaje secundario, se encuentra Ludwig el niño abusón que humilla constantemente a Jano. Este libro, de alguna manera, puede hacer que el niño que lo lea aprenda de Jano, a superarse a sí mismo y superar los baches de la vida, pero también con la figura de Ludwig, los niños que abusan de otros en la escuela podrán sentirse identificados y dejar de hacerlo, pues verían desde fuera un problema similar al que crea él.
·Valores:
El valor principal que los niños sacarán de esta historia, es la amistad entre el niño y el dragón, tema muy valorado sobre todo por los niños, tener un buen amigo en el que poder apoyarte y no estar solo.
Además de la amistad, encontramos otro valor como es la valentía que consigue adquirir el chico, gracias a la amistad y la confianza que le brinda el pequeño dragón. Con todo esto el protagonista de nuestra obra puede superar sus miedos.
·Lenguaje:
En cuanto al vocabulario de este libro, se trata de un vocabulario coloquial y sencillo. Es un lenguaje totalmente normal que, los niños, pueden comprender perfectamente y les resultará bastante cercano, por lo que, en mi opinión, es un lenguaje adecuado para esta edad.
Por otro lado, las frases de este libro están estructuradas en numerosos párrafos, que hacen que el niño, de algún modo, no se aburra y predomina el diálogo en el texto, lo que me parece bastante adecuado para que los niños se entretengan. Además, muestra muy bien tanto en la narración como en los diálogos, cómo es cada personaje del libro.
·Conclusiones:
Después de leerlo y analizarlo, yo diría que, bajo mi punto de vista, este libro sería adecuado desde los 7 años hacia arriba, tal y como pone en el libro, pues muestra unos valores que todos, a cualquier edad, debemos considerar: Desde el punto de vista de Jano y su miedo hacia cualquier acción, como desde el punto de vista de Ludwig, el abusón que no para de molestar a Jano.


sábado, 26 de octubre de 2013

Reflexión voluntaria

Todos alguna vez hemos querido soñar despiertos, imaginar cosas inexistentes y que se hiciesen realidad, volar, dulces infinitos, ser invisible… Todo esto no es exclusivamente para niños, cada uno tenemos nuestros propios sueños, sueños que podemos traer a la realidad, sentirlos sin necesidad de estar dormidos, mediante la literatura.
 Este término nos resulta algo negativo desde que tenemos uso de razón, cuando en realidad debería de ser todo lo contrario. Desde pequeños nos han obligado a hacer que nos guste la literatura pero, bajo mi punto de vista, es un procedimiento erróneo, pues lo que hay que buscar en los niños es que sepan querer a la literatura y utilizarla como entretenimiento.

Yo me considero una víctima, de tantas, de este procedimiento erróneo. Siempre me he visto obligado a leer y pocas veces he tenido tiempo libre y me he puesto a leer, ya que lo veía como algo obligatorio y puramente escolar. Con el paso del tiempo, sigo un poco en esa línea, pero he recapacitado y he llegado a comprender lo que de verdad tienen que sentir los niños al leer, por lo que intentaré, como profesor, que mis alumnos lleguen a amar la lectura, aunque antes de eso debo hacerlo yo.

Bienvenidos

Bienvenidos a mi espacio.
Me gustaría compartir con vosotros los trabajos de literatura de tercero de magisterio primaria.
Además de esto, intentaré colgar otro tipo de entradas voluntarias en las que escribiré sobre temas referidos, generalmente, a la educación.
Espero que a todo aquel que visite este blog le guste y pueda aprender algo nuevo.
Hasta la siguiente entrada.